Siento pena del hombre que no puede descansar,
de los que viven corriendo y no saben contemplar
la inmensidad del cielo, las estrellas y el mar.
Que todo lo más lindo no se puede comprar.
Creen en el dinero, ese dios artificial;
tienen la mirada triste y no paran de cantar.
No necesito las luces ni los lujos de la ciudad
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